La Bitácora XXI propone una charla-coloquio sobre el suicidio con Magdalena Pérez y la psiquiatra Ana Belén Jiménez, en Ibercaja Portales (19 horas)

Estíbaliz Espinosa (Publicado en La Rioja)
26 de octubre de 2021

El suicidio sigue siendo un tema tabú porque «nos da miedo abordarlo, por lo doloroso, por lo controvertido». Sin embargo –señala Magdalena Pérez–, «pasado un tiempo desde el momento de la pérdida, todas las personas que han vivido la experiencia de sobrevivir a un suicidio cercano trasmiten la necesidad de que esa barrera de silencio se rompa».

–¿Entonces, por qué no se habla del suicidio abiertamente?

–El estigma asociado al suicidio y también a la enfermedad mental ha cargado de culpa y de vergüenza a la persona que sufre y a su entorno y ha contribuido a que esta realidad se mantenga escondida. Afortunadamente, en los últimos años muchos profesionales y entidades estamos trabajando para romper ese silencio.

–¿Cómo abordar esta cuestión?

–Con comprensión, respeto y responsabilidad. Una persona que no tiene ganas de vivir es alguien que está sufriendo mucho y no es capaz de encontrar la manera de paliar su dolor emocional, siente una intensa desesperanza y soledad. Tratar los temas relacionados con el suicidio con responsabilidad, facilitando recursos de ayuda, informando sobre factores de protección, de riesgo o señales de alerta, ayuda.

–¿En qué grupo de población es más preocupante el suicidio?

– Aunque la franja de edad más frecuente es entre 35 a 55 años, hay dos segmentos de población en los que es especialmente preocupante: las personas mayores y, sobre todo, adolescentes y jóvenes, grupo de edad en el que el suicidio es la segunda causa de muerte no natural entre los 15 y los 29 años.

–¿Qué circunstancias están incrementando este problema?

– Por un lado, seguimos manteniendo el estigma de la salud mental. Por otro, estamos construyendo una sociedad en la que cada vez hay más personas que están y se sienten solas. Además, la pandemia ha traído vivencias como el miedo y la incertidumbre y situaciones vitales muy estresantes como dificultades económicas, laborales, enfermedades, separaciones, pérdidas, duelos complicados... difíciles de gestionar, especialmente por los más vulnerables.

«Aunque la franja más frecuente es entre 35 y 55 años, el suicidio es especialmente preocupante en mayores y adolescentes»

–¿Qué síntomas alertan de una conducta suicida?

–Sabemos que la mayor parte de las personas que han intentado suicidarse previamente expresaron su intención con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta. A veces ni los profesionales somos capaces de identificar señales previas, pero en la mayoría de los casos hay indicadores previos que nos alertan, que hemos de conocer y atender.

–El suicidio representa una quinta parte de las llamadas al Teléfono de la Esperanza (unas mil al año). ¿En qué consiste vuestra atención?

–El Teléfono de la Esperanza es un recurso inmediato, de urgencia, anónimo, confidencial, gratuito y especializado. Son muchas las personas que han podido agarrarse a nosotros y hacer un giro hacia la vida. En La Rioja en 2020 hicimos más de 1.500 intervenciones. Nos mantenemos 24 horas presentes, escuchamos y ofrecemos apoyo emocional a quien lo necesita, acompañamos a la persona en su crisis y le ayudamos a desarrollar recursos internos que le ayuden en lo que esté viviendo.

–¿Cómo podemos ayudar personalmente a estas personas?

–Todos podemos ayudar. Cualquier persona puede ser un apoyo fundamental en la vida de otra. Es fundamental estar dispuesto a preguntar y a escuchar a quien está en una situación así, sin juicios, sin reproches. Escuchar sin asustarse y no quitar importancia al sufrimiento de quien expresa que no quiere seguir viviendo. Todas las crisis, por graves que parezcan, son pasajeras. Con ayuda se puede seguir.