Un selfie de los jóvenes
¿Qué valores les importa?

“¡Ay, si la juventud supiera! ¡Ay si los mayores pudieran!”.

En esta frase se encierra mucha sabiduría, probablemente una de las mejores recetas para lograr un mundo más justo y próspero.

Nuestro mundo ha cambiado, y uno de los reflejos de esa situación está en la juventud. Por un lado, decimos que tenemos la generación más preparada de la historia a la vez que nos preocupan algunas de sus actitudes. La falta de respeto hacia las generaciones anteriores, un cierto escepticismo y desencanto prematuro, o cierta irresponsabilidad en sus conductas son características de una parte de la juventud. Por otro lado, los males que les achacamos a los jóvenes no son exclusivos de ellos, sino de una sociedad que se ha “infantilizado”.

Sin embargo, otros muchos jóvenes se caracterizan por su compromiso solidario o por el esfuerzo de alcanzar unas altas cotas de competencia profesional y social, como no se han exigido a generaciones anteriores. Existen jóvenes comprometidos, asociaciones y ONG que sin los jóvenes militantes no serían posible. Es una realidad esperanzadora.

La juventud, su modo de pensar y de actuar, siempre es un motivo de ocupación y de preocupación a lo largo de la historia. La razón es evidente: de ellos depende el futuro de la sociedad, y por lo tanto de las generaciones tanto presente como futuras.

Hoy la juventud, y más en concreto la adolescencia, ha pasado de ser una etapa cronológica a un ideal de vida permanente. Existe un deseo de ser joven, y por tanto de imitar a los jóvenes forzando incluso las barreras físicas, mentales y afectivas. Una cierta sacralización de la juventud que no conduce a seres maduros.

La consideración sobre la juventud bascula entre dos perspectivas antagonistas. Por un lado, la que sólo ve en ellos lo positivo, según la cual tenemos muchos motivos para ser optimistas ya que estamos, se dice, ante la juventud mejor preparada de la historia. No tenemos nada que temer y mucho que esperar.

Por otro lado, existe una percepción pesimista de los jóvenes: todo lo han conseguido de modo fácil y sin esfuerzos, por lo tanto, no saben valorar lo que han recibido, están en una permanente queja, “no saben lo que cuestan las cosas”, y por lo tanto no son agradecidos ni respetuosos con las generaciones que les preceden y a las que deben todo. El futuro no es muy halagüeño en la medida en que depende de ellos.

Seguramente las dos perspectivas tienen algo de razón y mucho de tópico generacional. Lo cierto es que hoy día tenemos instrumentos para conocer en profundidad lo que los jóvenes piensan de sí mismos a través de encuestas y estudios demoscópicos. Por ello hemos querido abordar la situación de la juventud actual a partir de la opinión que de sí mismos tienen. En lenguaje actual, un “selfie”. Queremos conocer cómo es la juventud actual a partir de una radiografía de sus propios valores.

Tal vez no sorprenda que la familia siga siendo el referente vital más importante casi todos los jóvenes, y para la mayoría “el lugar donde se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo”.

¿Cuáles son esos valores que tiene la juventud? ¿Son solidarios, egoístas, consumistas, rebeldes, narcisistas?

¿Qué opinan los jóvenes acerca de la religión, la política y la sociedad en general?

A partir de ese conocimiento podremos plantearnos otros interrogantes tales como ¿Qué nos cabe esperar de los jóvenes? ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo podemos ayudarles a formarse y alcanzar su pleno desarrollo personal, social y laboral?