Los tiempos que nos ha tocado vivir, con sus luces y sombras, nos permiten vivir unos momentos apasionantes. Estamos en un recodo de la historia: los fundamentos ideológicos, culturales, sociales etc., sobre los que se asentaba nuestra civilización, están cambiando y no sabemos muy bien qué es lo que vendrá.

Existe un cierto consenso generalizado en los mejores analistas, sociólogos, pensadores según el cual la cristiandad ha muerto al menos en Occidente. El cristianismo como religión –conjunto de creencias, valores y esperanzas- seguirá existiendo, pero probablemente como grupo no mayoritario o incluso minoritario en algunos países. Pero no as la cristiandad, es decir, la civilización cristiana, el conjunto de ideas, costumbres, leyes y una cosmovisión del ser humano que provenía del cristianismo.

El cristianismo ha perdido su capacidad de influir en la legislación y en la moral de la sociedad. Ambos son patrimonio del Estado que pretende, de un lado, reducir el ámbito religioso a la esfera privada y de otro, legislar y asentar una nueva moral basada en los nuevos mitos de moda.

Así se explica, por ejemplo, las leyes ideológicas que afectan a cuestiones principales de nuestra condición humana, el principio y el final de la vida, la identidad sexual, familiar etc. Por otro lado, la cultura woke cancela, suprime cualquier debate o manifestación artística, intelectual o moral que vaya contra los nuevos principios asentados como axiomas incuestionables.

Sin duda, permanecerán algunos de los valores cristianos pero reciclados, como también pasó en la Ilustración. Asistimos por ello a un nuevo humanismo, pero de carácter inmanente: solo importa la salvación del planeta y el bienestar social y material, la protección máxima del individuo cuya garantía pende del Estado.

Se trata de crear, una vez más, un cielo en la tierra. La Providencia ha sido sustituida por la acción política que debe satisfacer de modo urgente las necesidades, no ya de la mayoría, sino de las minorías más activas en la opinión pública y en las redes sociales.

Ante esta situación surgen muchos interrogantes que nos atrevemos a plantear:

• ¿Es cierto que asistimos al fin de la Cristiandad?
• ¿Es posible una Europa sin Cristiandad, o sin cristianismo?
• ¿Qué opciones caben a los cristianos?
• ¿Es legítimo que los cristianos tengan presencia en la vida pública e incidan en ella?
  

Ponentes

Miguel Ángel Quintana Paz

Director académico de ISSEP Madrid y filósofo

Fotografías del evento