El silencio sobre Dios
Conversación serena entre una agnóstica y un creyente

El silencio sobre Dios

"Dios ha muerto". Con esta frase contundente, de boca de unos de los mayores filósofos de la modernidad, Nietzsche, comienza el siglo XX. El lugar de Dios debía ser ocupado por el hombre, o mejor por el Superhombre. El resultado lo hemos visto: jamás hubo un siglo con tantos hombres muertos por causas de los sistemas y los superhombres que pretendieron sustituirlos. Dos guerras mundiales, comunismo, nacismo, nacionalismos... las promesas de nuevos paraísos fructificaron en terribles infiernos.

Parodiando la frase inicial, al comienzo de este siglo XXI, podríamos decir: "El hombre ha muerto". No hemos aprendido la lección y nuevos e inciertos problemas  nos acechan. Más allá de males posibles, y de la destrucción de los principios sobre los que hemos desarrollado el proyecto europeo, hoy no sabemos muy bien qué es el hombre, precisamente cuando más sabemos acerca del propio hombre. Los derechos humanos siguen siendo pisoteados a la vez que en occidente los límites entre los derechos de los animales y de los hombres son cada vez más confusos.

Una de las manifestaciones de la muerte del hombre es la negación fáctica en la cultura actual de plantearse los principios y grandes interrogantes que nos han acompañado desde hace dos mil quinientos años. El hombre, el sentido de la existencia, la muerte, la inmortalidad, el bien, el mal... y detrás de todos ellos el permanente interrogante sobre la existencia de Dios. No es que existan certezas, es que incluso se niega el derecho a buscarlas.

La cultura imperante, y la política como expresión de ella, no sólo certifican la muerte de Dios, sino que de modo tácito prohíbe el discurso sobre el mismo. El silencio sobre Dios, es el nuevo paradigma. La religión, especialmente la cristiana sólo tiene presencia en la medida en que no tenga pretensiones de ir más allá de lo etnográfico, lo cultural o, como mucho, en el recóndito ámbito de la vida personal y familiar.

Pero por otra parte, la existencia o no de Dios, no es un asunto sólo intelectual o ideológico. La respuesta a la misma, en un sentido u otro, condiciona con frecuencia el propio comportamiento personal o social.

El encuentro con Dios, para los creyentes convencidos - independientemente de la religión - transforma la propia vida. Si bien es cierto que en nombre de Dios se han cometido muchas barbaridades, también lo es que su nombre se haN realizado y realizan los mayores esfuerzos por el desarrollo de La humanidad. No hay fuerza más potente para la justicia y la prosperidad material, social, intelectual y moral de la humanidad que la conciencia de la fraternidad universal. Sólo si todos los hombres somos hermanos se entiende los sacrificios que exige tal convicción.

Por ello, queremos plantearnos, desde la serenidad, algunos de los siguientes interrogantes:

¿ES POSIBLE UN DEBATE SERENO SOBRE DIOS?

¿SILENCIO DE DIOS O SILENCIO SOBRE DIOS?

¿TOLERANCIA, INDIFERENCIA O AGRESIVIDAD CONTRA LO RELIGIOSO?

¿EUROPA HA DEJADO DE SER ELLA MISMA POR EL OLVIDO DE SUS RAICES?

¿DIOS ES EL RESULTADO DE UNA BÚSQUEDA O UN HALLAZGO QUE SALE AL ENCUENTRO?

Celebrado el jueves, 30 de marzo de 2017, en Centro Fundación Cajarioja – Bankia

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Ponentes


Juan Carlos Elizalde

Obispo de Vitoria

Maite Pagazaurtundúa

Eurodiputada y escritora